Hola amigos



En este espacio diré algunas cosas mías y ustedes después de leerlas o escucharlas, pueden comentarlas. Es un lindo modo de lenguajear. Un abrazo. Néstor Soria


miércoles, 12 de octubre de 2011




EL CABALLO CRIOLLO

                                                                          Por: Néstor Soria


Raza Criolla Argentina: 1,40 m a 1,50 m; cabeza de frente ancha y vértice fino; cuello de largo mediano; cañas cortas; pelajes variados: rosillo, zaino, alazán, cebruno, oscuro, lobuno, azulejo, etc.
 
            Cuando la Patria era un bosquejo y los hombres que habitaban este suelo soñaban con materializarla y darle un nombre propio, hubo un personaje atado a los primeros pasos de esta historia, sin el cual todo hubiese sido más lento, menos probable.  
  
De figura modesta, pelo entregrueso de las crines a la cola, belfo abierto al aliento del galope, incansable, insomne, manso y de ojos inteligentes, este ser, de aspecto desmirriado, ya surcaba por entonces  llanos y cordilleras, vadeaba ríos y en los cañadones y bardas del sur argentino, compartiendo toldos con los Mapuches, modelaba su estirpe y su nombre nacional: El Caballo Criollo Argentino,  al que afectuosamente llamamos “Criollito”.
  
Atrás de su sangre quedó el origen ibérico con el que llegó a estas comarcas verdes de la América del Sur, fueron los tiempos en que el español se lanzó a conquistar  nuestros pueblos, ese mismo conquistador que lo soltó a su suerte en las pampas abiertas del territorio. Y fue precisamente la pampa india de la araucanía la primera en atesorarlo, transformándolo, a veces, en un compañero de soledades, otras, en arma para la guerra y, aunque cause tristeza, también  en sustento para su hambre.
  
Sus leyendas e historias se cuentan por miles, todas hablan de su fidelidad para con el hombre, de su audacia y valor, de su entrega en arriesgadas misiones que en más de una ocasión le costaron la vida. 

Fue tiro de los carruajes en las profundas huellas de barrosos caminos; cuja de banderas y estandartes de los gloriosos ejércitos patrios; aró la tierra para prosperidad de los hombres; viajó, cruzando las infectadas selvas amazónicas y venciendo su propia resistencia, desde Buenos Aires a Nueva York, o sea más de 15.000 Km, en las figuras de dos de sus congéneres: “Mancha” y “Gato”; trasladó heridos y enfermos desde los pueblos de campaña hasta las ciudades; el cuerpo de los caídos en batalla, como Juan Galo de Lavalle, encontró en su lomo una austera cureña; fue veloz chasqui que puso a salvo a mucha gente y evitó derrotas carísimas para nuestra argentinidad; paseó la belleza de nuestras donosas en incontables y alegres desfiles; es aquel sillonero pasuco que inmortalizó Atahualpa Yupanqui, en su emotiva zamba “Adiós Tucumán”; fue, con su duro guardamonte, el acorazado vehículo de guerra de las montoneras norteñas. Belgrano, San Martín, Aráoz de La Madrid y tantos otros, confiaron en su baquianía y arrojo. Cabe decir, y todos lo sabemos, que para este cabal amigo del hombre nada es tiempo pasado, hoy, cuando el machinatismo y la tecnología pueden darle un merecido descanso, el Caballo Criollo Argentino sigue siendo una herramienta valiosa en nuestra ruralidad. Aun puede vérselo en los patios de algunas escuelas desde el norte al sur de la Argentina; nuestros médicos y docentes de montaña menguan el cansancio en su lomo confiable; gauchos y cantores acompasan sus coplas al son de las caronas que lo visten; rey en las festivas jineteadas de los encuentros tradicionales; obrero raso en las Estancias, donde apadrina a esbeltos ejemplares de razas extranjeras, esos que no soportan la intemperie ni las hambrunas que nuestro “criollito” a veces pasa.
  
Ahí está, sin estridencias, nuestro Caballito Criollo Argentino.

Luciendo una infinidad de pelajes: El zaino, el bayo, el alazán, el tordillo, el gateado, el moro, el blanco, el overo...
Todos con sus características testas: El malacara, el pampa, el pico blanco, el estrella...
Localizado también por los dibujos de sus patas y manos: Calzado de adelante, calzado de atrás, con media bota, botas con delantal, bailarín...

Es justicia, como tucumano, como norteño y como argentino, rememorar su aporte a la historia y a las tradiciones culturales del país, copiando de su sencillo perfil estas palabras que no son más que un reconocimiento  que él se ganó, por acompañarnos tan de cerca, es decir, por estar siempre, a “salto de estribo”.

Algunos argumentos para declarar al CABALLO CRIOLLO ARGENTINO: Patrimonio Natural y Cultural de la Provincia de Tucumán y de la Argentina

Por estar ligado a la emancipación y formación de la patria. Hecho que sin su presencia, hubiera resultado mucho más lento y menos probable.  
  
Porque sus leyendas e historias, que  se cuentan por miles, hablan, siempre, de su fidelidad para con el hombre, de su audacia y valor, de su entrega en arriesgadas misiones, que en más de una ocasión le costaron la vida.

Porque, a pesar del paso de los años y la irrupción de la tecnología y la maquinaria en nuestras zonas rurales, sus servicios siguen siendo indispensables para el hombre de campo. 
 
 Por seguir trabajando en toda nuestra línea de montaña como excelente colaborador de: médicos, docentes, policías, estudiantes, arrieros, baquianos, trasladando gente en emergencia sanitaria, etc. 




Por ser un símbolo de nuestra tradición criolla, escenificada siempre y en todo el país, en las fiestas ganaderas, festivales folklóricos, carreras cuadreras, juegos de destrezas, desfiles militares, etc. 




OTROS......








No hay comentarios:

Publicar un comentario