RACO,
PUEBLO DE ESTIRPE INDIA
Néstor ‘Poli’ Soria
Tucumán - Argentina
Valle custodiado por antiguos cerros. Al
oeste el Cabra Orcko. Al este El Taficillo. Río en hondonada, enlamado y
correntoso en verano. Selva tropical poblada de nogales, tipas, cedros,
arrayanes, arcaj, enredaderas floridas. Quietud y silencio. Gente heredera de
la sangre diaguita. También heredera de la tierra pero despojada de ella,
expulsada hacia las famélicas lonjas fiscales.
Luego,
ya en base a la historia escrita – con dejos de mentiras y parcialidad -, en el
siglo XVIII los jesuitas fueron dueños de esta tierra. La llamaron Potrero de
Raco. Y ese fue el uso que le dieron. En sus pasturas cebaron vacunos,
caballares, acémilas y otras haciendas. Los pastores y arrieros fueron indios
cristianizados traídos de otros valles. A la vez, la selva oriunda dio su noble
madera para muchos muebles, carretas, puertas y ventanas que la conquista
necesitó. La mano de obra fue siempre indígena, gratuita.
A
la expulsión de la Orden de Ignacio de Loyola -1767-, la Junta de
Temporalidades (corporación integrada por señores poderosos) vendió el Potrero
de Raco a un tal Ojeda. Al decir de los historiadores y estudiosos los precios
fueron viles, casi un regalo (Ojeda también era poderoso) Luego, entre
parientes de Ojeda y otras familias de buenos recursos ocurrieron casamientos
por conveniencias y el valle de Raco comenzó a poblarse de extraños. Primero
fueron dos o tres casonas llamadas estancias, después paulatinamente se colmó
de viviendas para uso veraniego. Muchos de
estos falsos propietarios trajeron, como sello distintivo, un apellido
que según sus propios decires los emparenta con gente de ‘linaje’, aunque la
historia los contradiga y en otros casos los niegue. Para ser ecuánime digo que
a salvo de este comentario quedan muy pocos apellidos denominados ‘patricios’,
con posesiones en Raco. Pero que quede claro, esa alcurnia no los absuelve de
su condición de explotadores de pueblos originarios.
Ahí,
en un trozo sencillo de tierra hice mi casa hace más de 10 años. Mi retiro
hacia tan hermoso rincón tucumano se fundamentó y hoy lo sostengo, en la
búsqueda de un sitio propicio para la inspiración artística. Desde allí vuela
mi cabeza, apasionadamente enamorada de este Tucumán que me parió y me cobija.
Néstor ‘Poli’ Soria
Tucumán - Argentina
Aquí donde serpea el viejo Raco
tutor del coypo, el churqui, el garabato,
vidrioso de veranos.
Barrizo de los chanchos, piojo y cerda
y hocicos de bellaco.
Viajero de lo arcano.
Paciente lapidario de agua lerda.
Aquí donde la urraca sabe a males
pispiando cochinilla en los nogales
y trilan las
bumbunas
llorosas por la guagua que ha partido,
mientras que en los maizales
- hasta que ve la luna -
devora el calancato a lo atrevido.
Pueblo cerril de gauchos corajudos,
capando toros para bueyes rudos
que unce la mancera.
Y es un lonjear a filo de cuchillo
guascas de cueros crudos,
pretales y encimeras,
que a monte rayarán los coronillos.
Región donde el amor se abre temprano
ni bien hierve el deseo a lo profano
y el diablo hace las suyas.
De changos que la niegan a su raza,
de indios, de serranos,
para evitar las puyas
del blanco expoliador que la amenaza.
Aquí donde la noche toma vino
y pena como espanto en los caminos,
montándose a las ancas
para robarle al hombre la conciencia;
es sombra del ladino
burloso de la “tranca”,
que mezcla al sacha trago con demencia.
País de pocas leguas, casi aldea,
guardando en tres casonas la ralea
de rancios apellidos,
bajados de un galeote carbonero
calafateado a brea.
Linajes ya perdidos
o tramas de inmigrantes embusteros.
Aquí donde modera el Cabraorko
el tiempo de la siembra y en un sordo
roncar se vuelve lluvia,
empantanando ranchos y maleza.
Borrando de los troncos
la marca de los pumas,
catinga que deshace a las cortezas.
Aquí buscando un cielo hice mi casa
- mistura de adobones y argamasa -
sencilla como un nido.
Y el ave cantoral que llevo adentro
trinándome se pasa
aunque me vea dormido
o airoso por el don de estar despierto.
Aquí de poco en poco mi madera
ya no ha de renovarse en primavera
y agostará sus vetas
como un cebil reseco en su tanino.
Entonces mi quimera
buscándome poeta
tan sólo será un vago desatino.
Aquí cuando un arcángel toque a muerte
y el hombre que ahora soy sea carne inerte,
un trozo de la nada,
sin pulso, ni razón, ni vanos sueños,
dejadme simplemente
bajo esta tierra amada,
ungido por un rezo lugareño.
Aquí seré afatal, flor amarilla,
un fruto de arrayán, quizás semilla
de algún quimil cerreño.
O acaso mengüe el hambre del carancho.
Y si mis huesos brillan
bajo el cielo raqueño,
que alumbren pobreríos por los ranchos.
DE LOS APELLIDOS ARRIBEÑOS, GUITIÁN
Néstor Soria
Tucumán - Argentina
Son muchos los bautismos arribeños(*) que han sido toqueteados por los curas de la conquista y la colonia. Así es como, luego de más de 500 años, nos parezca natural el llamarnos: Soria como yo, Hernández, López, González y… la lista es larga.
Pero hay apellidos arribeños que perduran y de entre
ellos traigo uno: Guitián, sí, Guitián que suena tan musical a mi
pronunciación.
El “Juancho” Guitián que nombro en la zamba que compuse
con Raúl Carnota y se titula: “Luna de Guitián”, es un descendiente de esos
pueblos (allá arriba se viene de todo un pueblo, no de una familia).
El “Juancho”, fallecido en 2009, era un hombre tan simple
como un arroyo. Estaba hecho al trabajo injusto de carpir la tierra propia,
pero ajena por unos papeles fraudulentos. Ya ni le permitían habitar su palmo y
tuvo que armar un rancho en predio fiscal. Quizás de ahí le nacía esa necesidad que lo empujaba a beber,
en abundancia, un etílico barato, vino pisa’o a puro talón, fermentado al
rocío. Uno tras otro esos tragos, mezclados al desasosiego que le causaba su
suerte, lo mantenían en un sopor donde la razón, tal como la entendemos casi
todos, se enajena.
Recuerdo haberlo escuchado vociferar fieramente más de
una vez.
Desde “La Calladita”, casa donde vivo en Raco, su
vivienda no era muy visible; pero confundido entre el tronar de música
bailantera se alzaban sus gritos que llegaban a mis orejas, sentenciosos,
amenazantes, a veces atrevidos. Nunca dijo contra quién o quiénes era su despotrique.
Hoy, luego de haber casi convivido con el “Juancho” más
de 10 años, sé que en aquella gleba donde hundía su pala, en cada terrón húmedo
de savia, el rezumo de sus choznos, bisabuelos y padres, se destapaba como un
llanto innoble, y él, retorcida la mente por el alcohol, se negaba a mirarlo,
era como si se escapara de tan infame realidad.
¡Descansa en paz, amigo, vecino. Tu grito, mientras yo
viva, tendrá su justificación y saldré a prolongarlo, aunque sea cantándote!
(*)
Arribeño: Habitante de los pueblos cerreños, de arriba.
M: Raúl Carnota - L: Néstor Soria
Por Raco brota la miel
que se trepa a la fruta del Tala,
pecha el verano en bajada
y anda la Luna raqueña
velando el que sueña su pan vegetal.
Sola comienza a romper
la morena semilla del arcaj,
hurga Guitián con la pala
los mendrugos sucios del poco jornal,
doblado en fundos ajenos
queriendo ser dueño
de hacienda y maizal.
de hacienda y maizal.
Ay qué capricho Guitián,
reclamar esta tierra que es tuya,
donde una siesta de lluvia
escondiste abuelos bajo el pedregal
y que La Pacha y la luna
sus savias rezuman del viejo antigal.
Hueco alarido te vas
cuando el vino se endiabla en tu pecho,
meta putiar tus reniegos,
la boca patalcka y hediondo de alcohol,
hecho intención de vidala
quejido que sala tu lamentación.
Urde este 'Juancho' Guitián
una amarga labor que le achuza los brazos,
le minga tiempo al descanso
hasta que se apaga cual seco candil,
cuando tirao entre trapos
la luna de Raco lo pajcha a dormir.
ZAMBA DEL ARRIBEÑO
Letra: NÉSTOR SORIA
Música: JUAN FALÚ
Por trajinar en el cerro
yo soy arribeño y medio bagual, (1)
ando borrando caminos
soy puma ladino que no han de encontrar, (2)
buscan mi rastro los hombres
y el monte me esconde, soy sombra nomás. (3)
Arriando un hato de ovejas
derrama mi quena un viejo sentir, (4)
y en su quejido yacente
se le hace a la gente que gime un crespín,
y si la escucha mi chola
yo sé que ella llora por verme venir.
Voy a llorar la vidala (5)
le mingo a la tierra para acompañar,
caja pellejo de cabra
parida en las abras de atrás del Mollar (6)
y voz de sacha maneras (7)
para los que quieran sentirme cantar.
ll
Tengo un quincha’o al poniente (8)
un catre caliente para compartir
y un par de mulas lunancas (9)
por si que a las ancas no quieras subir,
capaz que bajo del poncho
Soy nubarrón de tormenta
si el vino me alienta
y en vez de pelear (10)
y en vez de pelear (10)
golpio
mi bombo sin asco
tropel de guanacos los cueros me dan
y me apaciguan el diablo
que me anda rondando si salgo a tomar. (11)
Voy a llorar la vidala
le mingo a la tierra para acompañar,
caja pellejo de cabra
parida en las abras de atrás del Mollar
y voz de sacha maneras
para los que quieran sentirme cantar.
Querido Amigo:
Con paciente voluntad, curiosamente,
quiero que leas esta descripción, tanto del perfil del “Arribeño”, como del
porqué de algunas palabras. Estoy seguro de que tu comprensión de esa zamba no
volverá a ser la misma.
(1) Las razones por las que este Hombre es
“bagual”, es por que le escapa a la civilidad de los blancos. Aquellas
comunidades (Diaguitas) son, hasta hoy, explotadas, estafadas, sometidas, por
patrones de doble apellido, personajes siniestros descendientes de un
patriciado que, desde que la Junta de Temporalidades los convirtió en
terratenientes, vivieron a costillas de los pueblos aborígenes.
(2) Vive evitando caminar las sendas comunes.
Conocedor de todos los palmos cerreños, día a día se sumerge en los montes y
chaparrales yungosos, borrando cualquier rastro atrás de él.
(3) Como “El zorro” del poema de Manuel J.
Castilla (Soy el que se hace el muerto/ el no me pises/ el que va por el monte,
el perseguido/ ese que está, pero que ya se ha ido/ rayado el lomo por las
cicatrices…), el “Arribeño”
es una sombra. Cuando alguien cree verlo, este hombre se perdió en el monte y
deja la duda: ¿Estaba ahí, o no?
(4) Pastoreo y silencio, calma y soledad, gritarle
órdenes al rebaño, hablar con él mismo en los profundos huaicos, soplar una
quena que desgrana kaluyos aprendidos de los abuelos. Toda una vida interior
transmitida por ese canuto de caña o hueso… y viento.
(5) Allá, en Anfama, Chasquivil, La Hollada, Cruz de Yampa, no se cantan las vidalas,
se las llora. Su cadencia y su palabra dicen de cosas sentidas, a veces,
tristes. La vidala llega al camposanto, a las huacanas sagradas, sitios donde
están las almas y los cuerpos de los que partieron al corral de nubes y cielo.
(6) Mingarle a la tierra es pedirle un favor. La
simpleza del “Arribeño”, o quizás su sabio pedido, es que Pachamama le preste
un cuerito de cabra chica, ese pelloncito que es recién como un pellejito,
sonoro, agudo, fácil de tensar. No importa si es frágil y aguanta pocos golpes,
allá abundan las cabrillas y él sabrá cambiarlo.
(7) Pero a la tierra le pide algo más. Una voz de
“sacha maneras”, es decir, la expresión profunda de su habla y su tono.
Recordemos que “sacha” es monte. Cuando queremos, los hispano parlantes le
damos al término un tono peyorativo: Sacha músico (orejero y rasgueador de poca
monta), sacha guitarra (instrumento de mala calidad), sacha casa (vivienda de
mal aspecto)…
(8) El
poniente está hacia el oeste de estos pueblos. Entonces entendemos que el
“Arribeño” tiene su Quincha’o (rancho), en la falda de atrás de la cumbre.
(9) Los animales lunancos tienen un anca más baja
que la otra. Yo conozco dos razones de esta anormal conformación: Una es
genética (hay familias enteras de caballos, mulas, asnos, vacunos… que muestran
esta característica. Otra, muy particular, se da en las zonas de serranías
boscosas: Es tan poco el sol que se adentra hasta los pastos comestibles, que
el vegetal inclina las puntas hacia el recorrido del astro (sol). Los animales,
al pastar, lo hacen caminando siempre en contra de donde se inclinaron las
puntas (al revés no podrían morderlo). Tanto caminar en las laderas con una
pata más alta que la otra, siempre para el mismo lado, les deforma la grupa.
(10) En aquellos pueblos se toma un vino barato (si querés, lo llamamos
sacha vino), destilado con uvas caseras, en tinajones de barro y poco maduro.
El dudoso brebaje sube enseguida a la cabeza
y suele encabritar a los hombres (vino de mala macha), pendenciero. El “Arribeño” prefiere golpear
su bombo y no volverse violento.
(11) El diablo es un personaje que
siempre está presente entre esta gente. Suelen rendirle culto y hasta tienen
iconos en altares donde prenden velas.
Con el alcohol dicen que desata tragedias y
crímenes. Cuando el
agresor despierta de la macha no recuerda
nada, eso es porque el diablo se llevó su
memoria y su razón. VITAL PEDRAZA
Néstor
‘Poli’ Soria
Tucumán - Argentina
Intenté,
por años, el conocer la edad real de esta criolla tucumana. No lo
conseguí. Para ella no hubo anotación en
libro parroquial y menos en oficina de registro civil. Doña Vital vivió su
longevidad, indocumentada.
Pero
empeñado en darle un sitial en el tiempo, anotaré aquí un par de hechos que
rocen la época de su nacimiento.
Comenzaré recordando
las mansas tardes en las que aquella mujer, de mirar vidrioso y pelo de caliza,
me narraba, como cuentos, el paso de enormes ejércitos por esas dehesas de un
Tucumán casi baldío en su juventud: ¡Iban a Santiago del Estero! ¡Volvían de La
Rioja! ¡Pasaron por el Pueblo Nuevo! ¡Llevaban banderas en alto! me decía, como
si el asombro aun la arrebatara. Todo para mí, niño imaginativo, era epopéyico,
grandioso, heroico. Si mal no me acuerdo, en la ensoñación hasta me vi montado
en ancas de la cabalgadura de uno de esos soldados.
Y ya más crecido,
fui testigo de lo ocurrido el día de su velorio, acaecido en la década de 1960.
Junto a una
chispeante hoguera de regulares dimensiones, encendida en el patio de tierra de
su casa, hacia la hora del crepúsculo charlaban animosamente mi padre, que fue
el menor de sus hijos, de nombre Néstor Domiciano, y dos de sus hermanos
mayores, Evaristo y Armando Raquel. Es dable el decir que los hermanos Soria
fueron 11, entre varones y mujeres, y que para entonces 8 ya estaban muertos.
En un momento de esa
reunión, que transcurría entre rememoros de anécdotas de infancia y otros
dislates risueños, la conversación de encausó hacia un tema que, yo sabía, por
haberlo escuchado antes, era recurrente entre ellos: qué edad verdaderamente
tenía ‘La mamita’ como la llamaban los tres, con cariño. Que 105 años dijo uno,
no, que 108 decía otro, no puede ser, aseveraba el tercero. Y los cálculos
variaban sin hallar acuerdos.
Lo único cierto, a
esto lo digo yo, es que mi abuela paterna, doña Vital, hasta la fecha de su
muerte ya había enterrado marido, hijos, hermanos, primos, quedando acompañada
solamente por una inmensa soledad, compañía que ella morigeraba cuando al
atardecer, luego de quitarse el delantal
de trajinar, se
hincaba frente a un Cristo bendito, en su dormitorio, y desgranando las cuentas
de un ajado rosario
rezaba a sus muertos,
nombrándolos uno a uno, con unción de cristiana penitente.
Doña Vital y mi
infancia
Todos los humanos cuando escarbamos en
nuestro pasado y le pedimos a la memoria que nos ayude a narrar un trozo de lo
vivido o escuchado, estamos cautivos de ‘la memoria alucinada’. Explicar el porqué de esto, con lujo de detalles, es
cosa de los estudiosos. Yo sólo diré que la información visual u oral que nos
llega y nosotros luego reproducimos, al emitirla tendrá variantes pues nuestra
mente siempre creará aspectos que nos son personales. He ahí la alucinación.
Claro, entendiendo a este término en una de sus fieles definiciones.
A mi abuela Vital la
recuerdo, lo digo más arriba, por sus cuentos sobre marciales ejércitos en
movimiento. Pero su condición de mujer campesina, era fuerte propietaria cañera
del departamento Cevil Pozo, en el este tucumano, la ataba a creencias
fantásticas las más de las veces faunas, es decir, a seres que se convertían en
horribles animales nunca imaginados por mí. Su vivienda, una austera casa de
dos habitaciones de material, estaba rodeada de otros cuartos levantados con
paja y despuntes de cañas, donde ella protegía forrajes de gallinas y vacunos y
arneses de sus animales de tiro. Era precisamente en esos oscuros rincones, en
los que me decía que se escondían esos seres terroríficos. Debo confesar que a tales
sitios yo sólo accedía pegado a su costado, casi aferrado a sus faldas siempre
grisáceas. Otras veces, traqueteando en una jardinera guiada por un hijo de
crianza al que todos llamábamos ‘Papito’, solía llevarme al rancho de ‘doña
Catu’, curandera que atendía su salud y, me supo decir, muy mentada como
santera para el bien y el mal. De aquella pequeña choza de paredes de suncho
embarrado, a donde entraba sola, salía siempre con un liadito de trapo en las
manos. ¡Vaya a saber qué ‘preparado’ guardaba ese lienzo, que mi abuela
celosamente escondía al regresar, en su dormitorio.
Fue una ceremonia de tos y ahogos. Me
había sentado, cerca del pozo, en una silla bajita de las que abundaban en el
patio. Era media tarde. Doña Vital, respetuosa de sus ritos y costumbres, como
todos los días a esa hora despuntaba a cuchillo, sobre una tabla apoyada en sus
rodillas, unas chalas de mazorca para rellenarlas en redondo con picadura de
tabaco y granos de anís que cultivaba en un cuadro de su campo. A los cigarros,
no más de cuatro por jornada, los fabricaba para su consumo. Durante varios
años seguí en detalle los gráciles
movimientos envolventes que hacía con sus manos, hasta lograr esos cilindritos
tostados que luego iba encendiendo uno a uno, en el brasero. Aquella tarde,
estrenando mis 12 años, mi abuela vieja me
miró profundamente mientras me ofrecía uno: - Usted ya tiene edad para
ronquillar la voz, me dijo. Me sentí un hombre. Tomé ‘el chala’ y atrás de ella
lo arrimé al fuego. Aspiré demás, a lo tonto. Al rato, mareado pero inflado de
sensaciones nuevas, volé por sobre el campo elevándome más alto que las tipas y los molles, siempre
sentado en esa silla bajita, cerca del pozo.
A VITAL PEDRAZA (Canción)
Letra: Néstor ‘Poli’ Soria
Música: Rolando ‘Chivo’
Valladares
Trajina en Pozo del
Alto(*)
quebrando vidrios de
escarcha,
la sombra siempre
despierta
de doña Vital Pedraza
y es un tapiz
medio-luto
la eterna flor de su
falda.
Jazmines deja en sus
manos
la espuma de la
ordeñada
y aroma su zapatilla
el beso de la
lavanda,
loción que brota en
el patio
emprolijada a
pichana.
Por esos años de
niña
fue un pañuelito de
gasa,
rubor azul que
entreabría
promesas por su
ventana
y era su amor de
rocío
mojando la serenata.
Hoy a su paso cansino
de ancianidad bien
ganada,
el largo trago de un
siglo
le acorta vista y
distancia,
pero en su boca la
vida
sigue poniendo
vidalas.
Cristo y rosario en
las noches,
le va rezando a las
almas
y en su retiro se
nota
que ruega por
despenarlas,
erguida sobre sus
muertos
mi abuela,
Vital Pedraza.
(*) Pozo del Alto: Localidad del
departamento tucumano Cebil Pozo.
“EL NEGRO” FALÓN
Ese era su apellido, Falón.
Su aspecto africano –cuerpo más bien
flaco y fibroso, boca gruesa,
pelo mota oscurísimo y ojos con cierto
tinte rojizo- resultaba notorio entre la peonada del Ingenio, pues,
si bien en el fundo prevalecía la piel morena, (los) muruchus
diría el quejchua), el hombre de quien hablo era negro.
Su aspecto africano –cuerpo más bien
flaco y fibroso, boca gruesa,
pelo mota oscurísimo y ojos con cierto
tinte rojizo- resultaba notorio entre la peonada del Ingenio, pues,
si bien en el fundo prevalecía la piel morena, (los) muruchus
diría el quejchua), el hombre de quien hablo era negro.
Su puesto de trabajo estaba en la cuadrilla de
estibadores de
leña, madera traída de los montes santiagueños que luego se
quemaba en las calderas del ingenio, produciendo el vapor para
mover el trapiche y otras maquinarias.
leña, madera traída de los montes santiagueños que luego se
quemaba en las calderas del ingenio, produciendo el vapor para
mover el trapiche y otras maquinarias.
Falón comenzaba su jornada antes del rosicler del
día y como la
zafra cañera es en invierno, el capataz del grupo le daba, a eso de
las 10 de la mañana, un corto descanso para tomar un mate cocido
que él mismo preparaba dentro de un tarrito, tiznado de tanto uso,
al que calentaba prendiendo un fueguito con cortezas que se
desprendían de los troncos de aquellos añosos y fuertes quebrachos
que iba apilando.
zafra cañera es en invierno, el capataz del grupo le daba, a eso de
las 10 de la mañana, un corto descanso para tomar un mate cocido
que él mismo preparaba dentro de un tarrito, tiznado de tanto uso,
al que calentaba prendiendo un fueguito con cortezas que se
desprendían de los troncos de aquellos añosos y fuertes quebrachos
que iba apilando.
En ese menester lo halló el administrador de la
fábrica, un tal
Brackman, alemán recién llegado al ingenio y que esa mañana
ejercía por primera vez esta función.
Brackman, alemán recién llegado al ingenio y que esa mañana
ejercía por primera vez esta función.
Dicen que “El gringo” (Brackman) - así se le dice en el norte a
todos los
rubios - lo miró a Falón con desprecio y suponiendo que
estaba “haciendo sebo”,
es decir esquivándole al trabajo,
en duro castellano le preguntó qué es lo que hacía.
“El negro”,
intimidado por la mirada lacerante de aquellos ojos claros,
quiso
explicarle entre tartamudeos, pero cuando recién había
articulado dos o tres
palabras escuchó una frase que le heló la
sangre:
-¡Está despedido!-
Pasmado
por la sentencia, Falón vio que el rubio personaje giró sobre
sus talones y se alejó, sin haberlo escuchado. De nada valieron las explicaciones
del Capataz de la cuadrilla, ni las del Mayordomo, ni las
del Sub-administrador. El alemán Brackman se mantuvo en sus dichos
y el pobre “Negro” quedó cesante, con 35 años de edad y cargado de
7 hijos aun chicos. Además tenía que abandonar la vivienda pues era
de propiedad del Ingenio.
sus talones y se alejó, sin haberlo escuchado. De nada valieron las explicaciones
del Capataz de la cuadrilla, ni las del Mayordomo, ni las
del Sub-administrador. El alemán Brackman se mantuvo en sus dichos
y el pobre “Negro” quedó cesante, con 35 años de edad y cargado de
7 hijos aun chicos. Además tenía que abandonar la vivienda pues era
de propiedad del Ingenio.
Acosado por la desgracia y sin un peso, pues su
liquidación no
llegaba de Buenos Aires, Falón se dedicó a tomar vino
en abundancia. En realidad, lo que el cantinero
del Club Social y Deportivo le servía, era una ordinaria
mezcla dulzona de tanino y alcohol etílico,
en abundancia. En realidad, lo que el cantinero
del Club Social y Deportivo le servía, era una ordinaria
mezcla dulzona de tanino y alcohol etílico,
Una
mañana, amanecido, abandonó
la cantina. El aire fresco de la calle
le animó el
semblante y recomponiendo el paso se encaminó
hacia la fábrica. Pechó el portón
de entrada y enfiló para el chalet
donde residía “El gringo”. Lo encontró dando
órdenes en las cercanías
de su fina casa y, sin más rodeos, lo encaró
esgrimiendo una “Mata
Gatos” - un arma de menor calibre que la pistola 22 -, le
puso el
caño adentro de la boca y disparó una sola vez. La pequeña bala
fue a chocar
con los dientes y muelas del alemán y salió, con un
hilo de sangre, por su mejilla derecha.
El sucedido fue mayúsculo en esa aldea de gente
sumisa, temerosa
de las patronales.
de las patronales.
Falón fue preso a la comisaría de Famaillá
(cabecera del
departamento) y allí estuvo confinado por un largo tiempo.
departamento) y allí estuvo confinado por un largo tiempo.
El hecho fue perdiendo
notoriedad tapado por otros acontecidos de
mayor o menor importancia. Cierto
día, ya pasados unos
cuantos años, frente al portón del ingenio se detuvo un
automóvil con identificación oficial.
cuantos años, frente al portón del ingenio se detuvo un
automóvil con identificación oficial.
De su interior bajó un señor que lucía un
impecable uniforme
azul con gorra al tono y exhibiendo en el cinturón que ceñía
su cintura,
un corto sable dorado; las estrellas que tachonaban su pecho
refulgían al roce con el sol tucumano.
El portero lo vio ingresar y sólo atinó a saludarlo
con una reverencial
venia. El uniformado giró la cabeza hacia el sorprendido
empleado y le preguntó: -¡Che! ¿ya no me conocés? ¡Soy Falón,
el nuevo Comisario de Famaillá!-...
Nota: La historia que acabo
de anotar puede resultar poco creíble
y propia de la mente creativa de un
escritor. Pero no es así. El
hecho acaeció en la década de 1940 y es real de
punta a punta.
Quién se pregunte cómo es
posible que un presidiario se convierta en Comisario,
tiene primero que posicionarse en el escenario de la época,
en esos pueblos rurales.
tiene primero que posicionarse en el escenario de la época,
en esos pueblos rurales.
Luego,
enterarse de que Falón, preso por tanto tiempo,
tenía libertad para moverse
dentro del edificio policial
y eso le permitió leer, aprender y después
confeccionar,
todo papel referido a la administración de policía.
También que
la designación de ‘El negro’ ocurrió ante
el retiro del antiguo jefe policial, ya
veteranos para el cargo,
lo que les causó a los funcionarios provinciales un verdadero
dolor de cabeza, por no tener a mano un reemplazo para
esa comisaría.
Sume a eso el temple de
Falón, un hombre capaz de encarar con
decisión cualquier pleito que surgiera, así se trate de enfrentamientos
con cuatreros o con el hampa más mentada. ¿Acaso no sabía disparar
un arma?
decisión cualquier pleito que surgiera, así se trate de enfrentamientos
con cuatreros o con el hampa más mentada. ¿Acaso no sabía disparar
un arma?
EL NEGRO FALÓN
Néstor ‘Poli’ Soria
Para
Falón es el son. Para Falón en desgracia.
Negro nació este negro y más negra fue su
fama,
que lo diga el mandamás, mientras mastica
una bala.
El negro Falón,
obrero,
desocupado y sin
plata,
al mandamás del
ingenio
le anda tendiendo
una cama.
Cama que tiende
este negro
porque le suena la
panza,
al hormiguero
morocho
que fue sumando en
la casa.
Y no soporta este
negro
no ser del trapiche,
grasa,
ni gancho de las
cadenas
ni tacho de la
melaza,
cuando el lechuzón
de junio
chistaba el grito de
zafra,
y le sudaba la luna
de azúcar marrón, la
cara.
Hedionda de alcohol
su boca,
caliente como cachaza,
masculla por la
cantina
su cantinela de
rabia.
Con ese vino mingado
a las verijas le
baja,
taimado rastro de
puma
cebado por la
venganza.
Calibre de matagato
tuerta razón de la
macha,
por el cogote del
vino
Falón remonta una
bala.
Para
Falón es el son. Para Falón en desgracia.
Negro nació este negro y más negra fue su
fama,
que lo diga el mandamás, mientras mastica
una bala.
1492 LA INTEGRACIÓN QUE NO FUE
TAL
Néstor
Soria
Tucumán -Argentina
Tucumán -Argentina

en 1492 ¿Sirvió para integrar a esta
selvática y pródiga dehesa al resto
del mundo?
El sólo hecho de decir conquista ¿Basta
para aceptar el exterminio de tanta gente?
¿Les era necesario a los intrusos el apelar
a tamaña barbarie, con pueblos que vivían
para aceptar el exterminio de tanta gente?
¿Les era necesario a los intrusos el apelar
a tamaña barbarie, con pueblos que vivían
en su territorio arreglando sus asuntos
internamente? ¿Fue
de provecho
para los nativos el ofrendar sus vidas
en las minas de Potosí? ¿Necesitaban esos nativos de la aparición de los
encomenderos para fructificar sus tierras? ¿Precisaban esos nativos de las pestes
traídas de Europa, para regular el número de sus poblaciones?
para los nativos el ofrendar sus vidas
en las minas de Potosí? ¿Necesitaban esos nativos de la aparición de los
encomenderos para fructificar sus tierras? ¿Precisaban esos nativos de las pestes
traídas de Europa, para regular el número de sus poblaciones?
Amigo, mi
respuesta es un terminante ¡NO!
Y sigo
preguntando:
¿Carecían los
pueblos nativos de idiomas propios? ¿No respetaban las leyes del ayllu?
¿Quién puede asegurar que la tan recitada integración con otros pueblos del orbe,
no era un proceso que iba a darse lentamente y a su debido tiempo? ¿Acaso
existió la integración? ¿Desconocemos cuál fue el tratamiento que los nativos
recibieron desde la aparición de los conquistadores? En cualquier libro
barato nos enteramos de cómo fueron sometidos a la servidumbre más ignominiosa
y cruel, afrenta carnal y álmica que causó la desaparición de miles, más bien, de
millones de ellos.
¿Quién puede asegurar que la tan recitada integración con otros pueblos del orbe,
no era un proceso que iba a darse lentamente y a su debido tiempo? ¿Acaso
existió la integración? ¿Desconocemos cuál fue el tratamiento que los nativos
recibieron desde la aparición de los conquistadores? En cualquier libro
barato nos enteramos de cómo fueron sometidos a la servidumbre más ignominiosa
y cruel, afrenta carnal y álmica que causó la desaparición de miles, más bien, de
millones de ellos.
Ya transcurridos más de
quinientos años desde aquel funesto 12 de octubre de 1492,
fecha en la que un
desquiciado -desorientado- marino, sin tierra ni domicilio conocido cabalmente,
lanzado a la aventura de conseguir especias para sazonar las comidas de
un rey y su consorte, nosotros, los que poblamos la América del Sur, debemos honrar
a quienes fueron los dueños indiscutidos de esta casa-territorio que ocupamos.
lanzado a la aventura de conseguir especias para sazonar las comidas de
un rey y su consorte, nosotros, los que poblamos la América del Sur, debemos honrar
a quienes fueron los dueños indiscutidos de esta casa-territorio que ocupamos.
Mi homenaje, sencillo pero
profundo, al que hoy te invito a que te
sumes, no tiene
coronas, ni palmas, ni discursos grandilocuentes:
coronas, ni palmas, ni discursos grandilocuentes:
Desgrana un solo diente
de maíz y llévalo a la boca, hazlo jugar entre
tus encías y la lengua, siente su textura, deja que tu saliva ya impregnada
del pequeño vegetal se escurra hasta tu garganta, y bébela, luego pon
el grano a germinar en tu patio, en tu vereda, en tu balcón,
a los pocos días tendrás un tallo que es un trocito taíno de esta América.
tus encías y la lengua, siente su textura, deja que tu saliva ya impregnada
del pequeño vegetal se escurra hasta tu garganta, y bébela, luego pon
el grano a germinar en tu patio, en tu vereda, en tu balcón,
a los pocos días tendrás un tallo que es un trocito taíno de esta América.
Masca un maní, pero no
retires su cáscara, paladea el amargo de su
envoltura, busca su pulpa que sabe a tierra tostada, en él está
la gracia arauaca, tan americana como tantas sangres.
envoltura, busca su pulpa que sabe a tierra tostada, en él está
la gracia arauaca, tan americana como tantas sangres.
Si tienes a mano una
hoja de la ancestral Coca, saca tu lengua cuanto
puedas y ponla sobre ella, tal como a una ostia, luego guárdala en tu
boca y estrújala contra el paladar, ella te hablará de esta América del Sur.
puedas y ponla sobre ella, tal como a una ostia, luego guárdala en tu
boca y estrújala contra el paladar, ella te hablará de esta América del Sur.
O pellizca de un
cigarrillo una brizna de tabaco, muérdela aunque la
escupas al instante, en tu boca quedará el regusto de esa resinosa hoja
que habla de América del Sur.
escupas al instante, en tu boca quedará el regusto de esa resinosa hoja
que habla de América del Sur.
O muerde un tomate,
aquel fruto que el invasor vio como a un veneno,
por lo rojo, y hoy valora en Euros, allí también está esta América del Sur.
por lo rojo, y hoy valora en Euros, allí también está esta América del Sur.
O aférrate a una caja
coplera, con chirlera o sin ella, de un palo o de dos,
haz tamborilear sobre su cuero el dedo pulgar, cadenciosa, lentamente,
como para una vidala; si no está a tu alcance ese “pedazo de luna en
la tierra”, lo mismo puedes golpear sobre tu mesa, o suavemente sobre
el pecho de tu hijo, el pulso te hablará de esta América del Sur.
haz tamborilear sobre su cuero el dedo pulgar, cadenciosa, lentamente,
como para una vidala; si no está a tu alcance ese “pedazo de luna en
la tierra”, lo mismo puedes golpear sobre tu mesa, o suavemente sobre
el pecho de tu hijo, el pulso te hablará de esta América del Sur.
Amigo: Si no tienes a tu
alcance las cosas que te propongo en mi homenaje,
al menos pronuncia una palabra en idiomas de esta América: Cacique,
canoa, patata, chajra (chacra), chuy (sentir frío), pampa, cancha, poroto,
Ñaño (hermano)…
al menos pronuncia una palabra en idiomas de esta América: Cacique,
canoa, patata, chajra (chacra), chuy (sentir frío), pampa, cancha, poroto,
Ñaño (hermano)…
Por otro octubre
Americano y Nuestro.