Hola amigos



En este espacio diré algunas cosas mías y ustedes después de leerlas o escucharlas, pueden comentarlas. Es un lindo modo de lenguajear. Un abrazo. Néstor Soria


lunes, 13 de julio de 2015

DON COMEGENTE

Victoriano Barrionuevo -"Don Comegente"




Quiero que te imagines que estás parado frente al portón de aquella fábrica azucarera llamada Nueva Baviera. Desde tu imaginación, haz una retrospectiva a la década de 1940. Años de pobreza y postergación en esos pueblos del interior tucumano. Viviendas rancho. Calles apisonadas con carbonilla de las calderas de la fábrica. Niños descalzos. Hombres y mujeres analfabetos. Jóvenes soñando con ser mayores de edad para conchabarse en ese infierno que comía hasta los huesos, al emanar vapores ácidos.
Portón de entrada del Ingenio Nueva Baviera
A ver, yo te ayudo.
El caserío rodea a esa mole de hierro oxidado, llamada ingenio. Es época de molienda (zafra) y mientras el Baviera ruge y echa humo y carbonilla hollinosa por su alta chimenea, los carros cañeros (no carretas, como dice cierta zamba) cargados con paquetes (así se le dice al enorme atado de caña de aproximadamente 2.500 kilos) esperan frente al portón, con sus apacibles cinco mulas que lo tiran, o sea: A la izquierda, la sillera que es la que monta el carrero; al centro, la varera, sujeta entre las varas o pértigo, soportando todo el peso de la carga; a la derecha, la tronquera, tirando el carro con cadenas; y adelante de las tres, dos mulas llamadas cadeneras. A esa espera del turno para descargar, el carrero la apacigua tomando un vinito barato en el almacén cercano. Es cerca de mediodía y el sol tucumano, casi tímido en el mes de Julio, igual causa picazón en el cuero de los obreros.

Carro cañero
Allí, en el taller de herrería del Baviera, trabajaba don Victoriano Barrionuevo, “El Comegente”. ¡Humano gigante, dos metros! Moreno de tez. De hombros anchísimos. Pelo duro. Cabeza cuadrada sujeta al corto cuello, también rollizo. Brazos de “Piedra negra”. Voz de trueno. Calzando anteojos con mucho aumento. Luciendo un sombrero carajito y siempre, siempre, de traje con saco cruzado pero sobre una camiseta de cuello redondo, no usaba camisa, tampoco medias. ¡Ah! al cuello ataba un pañuelo a lo gaucho. Solía movilizarse en una bicicleta de color negro marca Phillips, aquellas inglesas de ruedas anchas. Su pedaleo era tan lento que sólo le permitía no perder el equilibrio.


El apodo le viene de boca de un compadre suyo, de “El Gordo” Salas, carpintero del ingenio.
Te cuento:
Entrada del Club Social y Deportivo Nueva Baviera
A eso de la oración, luego de que el pito del Baviera, esa estridente flauta de hierro que sonaba a vapor, avisaba a ciertos trabajadores que la jornada había terminado para ellos, Victoriano y su compadre “El Gordo” Salas, caminaban hasta la cantina del ampulosamente llamado “Club Social y Deportivo Nueva Baviera”, sitio que no era nada más que un expendio de bebidas mal destiladas, armado con tablas y con piso de tierra donde sólo cabían dos mesitas, seis silla de lata, y el cantinero; ¡Minga de heladera, caja registradora, servilletas y otros lujos, por entonces desconocidos en esa ruralidad que habitábamos lo “Bavierenses”.
Escenario del club Social y Deportivo Nueva Baviera
Una de esas nochecitas, azuzados por el vino, los compadres se desconocieron y palabra va, amenaza viene, salieron a la calle para saldar diferencias a las piñas. En la ocasión, don Comegente estaba acompañado por uno de sus pequeños hijos, el changuito que era ahijado del “Gordo” Salas. Los dos, ¡Imaginátelos!, ciclópeos de cuerpo, se pusieron en guardia mientras  medían cada movimiento. El silencio de los otros parroquianos, mirones que nunca están ausentes, era espeso. En esa instancia, el changuito de don Victoriano se aferró a una de las tremendas piernas de su padrino y llorando le gritaba: ¡No pélie padrino, no pélie, lo va’ comé mi papá! ¡Lo va’ comé mi papá!
No pelearon. Desde entonces, cuando don Victoriano pasaba por frente a la carpintería del ingenio, el “Gordo” Salas le gritaba: ¡Que hací, come hombre! ¡Eh, que hací come hombre…! El apodo se fue, con el tiempo, modificándose hasta terminar en Comegente.

Sindicalistas frente a la entrada del Ingenio
Nueva Baviera el día del cierre, año 1966.
En la década de 1940 El Comegente quedó cesante en el ingenio, lo echaron. Eso pasó por que, suelto de lengua, cierta vez comentó en la herrería, delante de algún alcahuete, que él era de ideología anarquista. Claro, los comienzos de aquellas explotaciones azucareras (siglo XIX), siniestras, descarnadas, inhumanas, eran pura injusticia para el obrero. Entrado el siglo XX comenzaron a organizarse los sindicatos, logro que causó durísimos enfrentamientos con incontables muertes. En esa época, el anarquismo llegaba a la Argentina con los inmigrantes italianos de otras latitudes del mundo. Aquellos militantes se infiltraban entre el obreraje y los aleccionaban en las luchas por reivindicaciones sociales. A eso, en juventud, lo vivió don Comegente y se sintió atraído por las ideas de libertad y odio a las patronales. El hecho es que su confesión llegó a oídos de los patrones y de un plumazo lo corrieron del ingenio.
Desde entonces, cargado de hijos (11), tuvo que armar un humilde taller en el patio de su casa, arremangarse y darle fuerte a la bigornia y al yunque. Años pasó fabricando herramientas,  cadenas para el tiro de arados de mancera, y todo cuanto se pueda hacer desde el oficio de herrero. Su fragua, alimentada a carbón de hulla, siempre estaba encendida. En un rincón del amplio patio cultivaba verduras, cuidaba un par de naranjos, una parra de uva mato (Chinche), criaba aves de corral y hasta atesoraba una vaquita lechera.
Lo curioso era el modo en que alimentaba a su numerosa prole. A media mañana ponía una gran olla con agua sobre un trébede y bajo de ese soporte, sobre la tierra, el carbón de hulla que retiraba de la fragua. Tomaba su carretilla y recorría la huerta. Cosechaba de todo un poco: Chauchas, repollo, lechuga, tomates, sandías, melones, papas… Luego pasaba por la parra y recogía racimos. Si había naranjas, también. Lavaba cerca del pozo esos ingredientes, incluyendo las frutas, los trozaba y volcaba en la olla elaborando una sopa-guiso. Una vez listo ese raro potaje, llamaba a sus hijos y a su mujer (una gringa bajita de ojos verdes) a sentarse en derredor de una larga mesa, todo al aire libre o al cobijo de una galería. 
Cuando tenía unos pesos compraba carne vacuna, por lo general asado y el popular pucheroyblando, así, escrito y hablado todo junto, pucheroyblando. Pero el carnicero que hacía el recorrido en jardinera, todos los días, casa por casa (incluyendo la mía) sabía de los gustos del Comegente. Este singular pedido consistía en pesar la carne y estacionarla, en la carnicería, en un cajón, lejos del frío, hasta que el olor era insoportable. Entonces el carnicero subía el cajón a su jardinera y se la llevaba a don Victoriano. Él, esparciendo carbón encendido en la tierra, colocaba una parilla y asaba las costillas del asado como debe hacerse, primero del la’o del hueso. Al calentarse esa carne comenzaban a aparecer del lado blando, una infinidad de gusanos que pugnaban por no morir quemados. El Comegente, baquiano en esas lides, daba vuelta el asado y golpeándolo sobre la parrilla hacía caer a los bichos en las brasas. Luego, con normalidad, sentaba a su familia a comer. Ninguno de ellos pudo, hasta hoy, comer un asado si no es de ese modo, o sea, de carne en descomposición. Nadie supo explicarme aquello.

Demolición de la chimenea
del Ingenio Nueva Baviera
La historia y la canción, Don Comegente, tienen ganado un importante premio, como personaje fantástico, en un Congreso de Antropología realizado en España, año 1997.

Espero no haberte cansado con tanta palabra. Si lo que narro te muestra al personaje creo que tu versión de la chacarera desde ahora será distinta, más firme, más sonora, plena de convencimiento, pues, acabas de conocer a don Victoriano Barrionuevo, a Don Comegente y también el escenario donde deshilvanó su vida. Cuando murió yo era un chico de 12 años. A todo esto lo supe de meter la nariz en mi pueblo, otro poco me acercó la memoriosa de mi madre y viejos vecinos.


EL INGENIO NUEVA BAVIERA

Fue cerrado en 1966, junto a otras 11 fábricas azucareras, por el milico Onganía.

Luego se convirtió en chupadero de la dictadura militar, y, para borrar tantas muertes que allí ocurrieron, fue demolido por allá de 1980.

                                                                                                     

             DON COMEGENTE - Chacarera tucumana -
                                                        
                                     Letra: Néstor Soria
                                     Música: Rubén Cruz



     Se ha muerto don Comegente
     lo está llorando Baviera
     y en el roncar de la fragua
     su sangre sigue despierta.


    Sobre el lomo de una mesa
    descansando largo a largo,
    parece un tronco de roble
    que los años han talado.

    Yo lo recuerdo de mozo
    con sus dos metros parados,
    dando la espalda a los soles
    oscureciendo el sembrado.

                     ll

    Le pusieron Comegente
    porque su boca tronaba
    y se enteraba la villa
    cuando en secreto charlaba.

    Sus brazos de piedra negra
    caricias nunca soltaban
    y si palmeaba a un amigo
    que Dios le guarde la espalda.

    Pero a pesar de ese apodo
    que a los changos asustaba,
    se santiguan las comadres
    porque un buen hombre se marcha.
......................................................................

    Ya que una puerta no alcanza,
    que el cielo abra una tranquera,
    ahí va el Gordo Comegente
    lo está llorando Baviera.

                                                         
                                 Néstor Soria











        

4 comentarios:

  1. excelente aporte, muchas gracias por compartir!

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  2. Ciertamente al conocer la historia la letra de la canción adquiere más profundidad! Disfrute mucho leyendo, sobre todo porque cuando quise buscar de donde venía la canción encontré otra historia de otro hombre apodado comegente (un asesino en serie) que me desconcertó un poco! Vuelo a repetir, disfrute mucho leyendo esta historia! Ahora cada vez que escuche la chacarera voy a recordar quien fue realmente "don comegente"

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  3. hola nestor, bellísimo relato. desde Corrientes un abrazo y gracias por compartir

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  4. Hola Nestor, es una pena que de a poco vaya quedando abandonado este, su espacio, sublime. Desgraciadamente, nunca es tarde, descubro su obra no hace demasiado tiempo, y la encuentro sublime. Muchas gracias por publicarla. Me permito un comentario, cuando usted dice "pucheroyblando" me parece que viene de la forma apocopada de hablar de los Tucumanos "puchero´i´blando" o "puchero de blando". Solo me parece. gracias por su trabajo. Pd, se me hace dificil encontrar sus libros, ahora le hice el tiro a la libreria humanitas de la Benjamin Araoz, vamos a ver si responden (por ahora vivo lejos....) Un abrazo como espantando poyos...

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